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miércoles

Tizzana de letras [por Julio Tizzani]

El triángulo.

Un triángulo, una figura armónica entre si, sus tres líneas paralelas juntas, le dan belleza y una eterna convivencia. Así fue lo que planeé, que fuera un triangulo entre nosotros sin que las líneas se desbarataran.
  

Cuando salía del trabajo justo a las 7.30 PM, cruzando la calle, me detenía a verla y a observar su tez de lejos, su menudes y su cuerpo, sabia que se llamaba Clara, la había seguido muchas veces hasta la parada de autobús, pero me propuse hablarle al día siguiente.

Así fue, en la ciudad caía una especie de lluvia con sol, de esas lluvias que hacen que el vapor del suelo te perle la frente de sudor. Salía de su trabajo y la invite a un café en la esquina. Me dijo: -Me llamo Clara-con voz trémula y cansada. Estaba sonrosada, estábamos envueltos en una nebulosa, el tiempo no parecía transcurrir, estaba detenido para nosotros. Me contó su vida y yo la mía en menos de cinco minutos. Seguimos saliendo hasta que forme la segunda línea del triángulo, tensa firme y hermosa. Clara tenia pelo liso que le llegaba justo de bajo de su fina barbilla, piel blanca, a pesar del sol de esos días, mantenía su piel trasparente, era tímida y excesivamente seria, pero sabía demostrar ternura.

Una tarde saliendo del ajetreo y la monotonía, había una luna llena que tocaba con finas pinceladas de luz los techos de las casas y cubría nuestros rostros, fue cuando vi a la otra, a Laura, una vieja amiga que había vuelto, la conocí en el colegio pasado algunos años, en una de esas que llaman casualidades, me reencontré con ella, enseguida revivimos viejos recuerdos de aquellas épocas pueriles en las que pasábamos mucho tiempo juntos y agotamos nuestra niñez y juventud juntos. Laura, la otra, era diferente, su voz fuerte y un erguido cuerpo, en el cual me perdía en pensamientos obscuros, tenía labios carmín y un fuerte color azul en los ojos, sus párpados caídos me esperaba todas las noches en nuestra guarida para vil fechoría.


Despertaba en mí aquel pasado ya dormido, ya vagante que regresa a los rieles, así fue como se trazo la tercera línea del triángulo, lo que lo hacía perfecto entre si, éramos tres y yo podía con ello, sentirme grande y querido por dos, sin que las dos líneas paralelas se cruzaran y rompieran la armonía mientras yo las sostenía.


Una noche, besé a Clara con agresividad y la empujé contra una pared, apreté sus muñecas, la amordacé con mis labios, los mordí y ella sangró, fue un acto descortés y flagelante pero así evitaría que Clara y la Laura cruzaran miradas, nos habíamos encontrado los tres en un mismo sitio y tuve que hacer algo. Aquel teatro que yo había formado tendría consecuencia y tarde o temprano se rompería.



Una tarde cualquiera, donde todo al frente de mis ojos parecía espeso y turbio, se cruzo la casualidad en nuestras vidas, vi a Clara atendiendo a Laura justo frente de mi trabajo, crucé la calle y fue cuando se descubrió todo sin decir palabras las dos me vieron con miradas pérdidas y profunda rabia. Lo sabían todo las dos repitieron al mismo tiempo te presento a mi novio, me habían descubierto todo, sabían ya mi juego infiel. Laura y Clara no podían quitarme la mirada de encima. El silencio fue amargo y no tuve nada que decir, las había engañado refrescando mi vanidad, las tenía solo para mí, las dos al mismo tiempo. Pero ya se había acabado, todo terminó, y ellas lo sabían. El triángulo perfecto, traspasó el horizonte , se rompieron las líneas que se unían o que yo las unía, solo quedaba yo, y mi vergüenza.

Decidí huir, correr huir y huir, sentía vergüenza de mi mismo, ya sentía el peso de ese pecado. Empecé a caminar desorbitado, tenía la mirada perdida, la boca seca, y ese incomodo sudor que te corre por la espalda y una sensación de pegajosidad en las axilas. Había sido yo el culpable del dolor de mis mujeres. Había nublado el cielo, estaba gris, color humo las nubes, estaba lúgubre mi alrededor y mi situación. Pasaba ya media hora cuando un camión que venía en dirección recta, me golpeó y me derribó y caía hacia el concreto duro y mortífero.


Mi cuerpo quedó deformado y ensangrentado frente a mí, me fui alejando poco a poco. ¡Dios mío! traté de gritar, pero fue inútil el llanto se ahogo en mis pesares. Mis ojos, mi nariz mi boca, todo se había quedado en el suelo. Ahora no sentía ni calor, ni frío, ni hambre ni sed. El dolor se había desaparecido todo se había esfumado, solo conservaba lo que sentía por Laura y Clara, y sobre todo miedo.

¡No puede ser! no era más que una neblina lacrimosa, una especie de nube blanca transparente, que se movía de un lado a otro, mi mirada profunda desapareció aquel día del accidente, jamás las volví a ver.

Mi alma o lo que era ahora, empezó a descender y en ese transcurso escuche voces escabrosas sentí miedo, lástima de no tener lágrimas para liberar la angustia y la rabia, el lugar donde había llegado era mi recompensa un océano de fuego y podredumbre me rodearon solo el dolor me acompañaba en la travesía, unas voces horribles repetían sin cesar una y otra vez:

“Si los muertos no caminan, ni hablan por eso se llaman muertos.
Por que algunos vivos andan y hablan como muertos.
Si la muerte se atraviesa y me aleja de ti mala suerte que tuve que me alejo de tu lado.
Acaso ¿por qué los muertos no aman?, ¿por qué los vivos sí? si ellos son los que hacen que yo me aleje de ti.
Oscuro fue ese día que me volví nada al decir, que me fui así de ti, dejando de existir.
Cuídate querida mía, por que ya esto no es vivir, ando tras tus pasos para guiarte hacia mí, para que seas una muerta al igual que yo lo fui, por que vivo amor vivo, ya yo no se vivir”.

Mis palabras se quemaron junto con mi espíritu el vacío recuerdo fue algo simple que se quedo en mí, la eternidad la deseaba junto a ellas pero ahora, la eternidad de mi vanidad sería dolor, llegué al último de los círculos y seguí ardiendo.

@JulioTizzani90